Víctimas de abuso policial en el Encuentro Nacional de víctimas. Fotografía Contagio Radio.
¿Desde la sociedad civil cómo podemos enfrentar el impacto de la violencia policial? Es uno de los grandes interrogantes que se han tratado durante el Encuentro Nacional de Víctimas de la Violencia Policial “Construyendo Memoria y Dignidad” en Bogotá entre este 20 y 21 de noviembre.
Un evento que intenta sanar las heridas a través de un proceso colectivo, de la escucha y la palabra de las experiencias, reconociendo las propias emociones en otras personas y colectivizando el dolor a partir de un camino hecho individualmente y/o con el apoyo emocional y psicológico de las organizaciones que tomaron parte a la iniciativa, como la Comisión de Justicia y Paz.
En este trabajo colectivo han surgido también varias propuestas, entre ellas se pide una reforma del sistema opresor, la no repetición de violaciones por parte de las fuerzas armadas y una garantía del Estados y sus instituciones, un juicio ético a los medios masivos que (no obstante, el derecho a la expresión y la libertad de prensa) abusan y construyen montajes y mentiras con el objetivo de justificar la violencia o estigmatizar a los civiles.
Además resulta fundamental crear una red de comunicación entre las víctimas y un acompañamiento psicosocial desde el principio hasta el final.
De hecho, no siempre hay escucha o apoyo y a veces uno se siente aislando debido a la estigmatización. Es el caso de un joven que sufrió del abuso policial y se encerró en si mismo: no quería hablar más sobre lo que vivió, ni siquiera denunciar por la desconfianza y el miedo que le iba a pasar algo peor. Se hizo mucho daño, sin embargo el deporte y el arte lo sacaron de su situación. Empezó a correr en bici, escuchar música, escribir lo que sentía, el dolor que tenía adentro.
Una mujer nos contó también la falta de apoyo cuando perdió el hermano que justo durante una protesta llegaba de trabajar y la policía le disparó: “fue letal, un golpe a la cabeza, un tiro que acabó con su vida y con nuestra familia. Mi hijo era muy sociable pero a raíz de este hecho se encerró, porque su tío era una referencia, entonces fuimos nosotros a abrir una red porque aún no existía”.
Debido a situaciones como esta es necesario atender a los niños y niñas afectadas por crímenes de Estado y brindarles un apoyo: no es fácil para ellos canalizar lo que han pasado y lo que sienten, se quedan traumados desde pequeños por haber vivido una fractura psicosocial debido a una violencia que determinará su mirada hacía las instituciones y la sociedad.
En los territorios las familias afectadas junto con la comunidad intentaron fortalecerse construyendo monumentos y huertas de la memoria, sembrando plantas, poniendo ollas comunitarias, creando Círculos de la Palabra, redes de protección y eventos conmemorativos y culturales a través de teatro, danza y conciertos para que la educación y la sensibilización sobre los derechos se vuelvan al alcance de todas y todos desde lo comunitario.
No es tanto recordar a la muerte, sino el respeto a los familiares, a la vida que se perdió. Cada espacio busca compartir experiencias, promover actividades con niñas y niños, pintar murales para no olvidar, para que la violencia en este país no siga siendo la normalidad, para que las nuevas generaciones no se acostumbren a tanto dolor e indiferencia.
En Colombia no pasa solo a unas personas, sino que son miles y miles los afectados, le puede pasar a todos porque ocurre a nivel nacional. La violencia es algo histórico y hay personas que vienen luchando desde muchísimos años pidiendo justicia.
Por esta razón en el encuentro participaron personas de diferentes rincones del país, el tejido humano de las manifestaciones intersectoriales que salió a la calle, levantando su voz. Entre ellos se encuentran víctimas de lesiones oculares, familiares de personas asesinadas, mujeres violadas, estudiantes menores de edad, voluntarios del primo auxilio, jóvenes de barrios populares, padres de los falsos positivos, integrantes de comunidades afros, indígenas, campesinas y LGBTQ+.
Al mirar todas estas caras, es difícil asimilar. Uno se pregunta ¿por qué un policía atropella? ¿Por qué un policía viola los derechos humanos? Es duro, a noche no todos logran dormir, porque los recuerdos, el vacío, las palabras rodean dentro la cabeza y es un flujo que ni siquiera la madrugada logra parar. Uno termina amaneciendo todos los días destrozados, sin saber dónde sacar su valentía para levantarse y seguir adelante a pesar del dolor y las perdidas.
Sin embargo, un sentimiento de solidaridad y la escucha empática intentan ayudar en este camino de resiliencia y desde las cenizas de un conflicto interno se fomenta una generación que lleva otra mentalidad, otro sentir de la sociedad. A ellos y ellas les va a tocar transformar el país y luchar por otra vida, está en sus manos hacer frente a la memoria y la reconciliación, para dejar una huella.
Desde los territorios y los barrios se está construyendo un nuevo horizonte que no va a ser fácil pero ya el hecho que haya personas intentándolo es un gran logro por esta sociedad.
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