Fotografía AP Photos.
El pasado domingo 4 de septiembre, la totalidad de la población chilena con derecho al voto fue llamada a las urnas para rechazar, o aprobar, el proyecto de una nueva constitución que remplazaría la actual vigente que data de 1980 y que fue promulgada bajo la dictadura del general Augusto Pinochet (1973 – 1990).
A escrutinios cerrados, el 62% de la población, es decir 13 millones de personas, votó en favor del “rechazo”, tumbando el proyecto de constitución que la Convención Constitucional, elegida popularmente, había redactado en los últimos dos años.
Este proceso se inició como respuesta al estallido social que se produjo en Chile en octubre de 2019, cuando el gobierno del derechista Sebastián Piñera decidió aceptar una salida política al movimiento social que estaba en las calles.
En ese acuerdo por la paz, el Estado chileno, temiendo al movimiento social, de todas formas fuertemente reprimido, preguntó en 2020 a los chilenos, en un plebiscito, si se querría mantener o cambiar la constitución vigente. Casi el 80% de los que votaron expresaron la necesidad de una nueva constitución, a redactarse no en las estructuras tradicionales políticas del país, sino a través de una Convención democráticamente elegida que tuviese un mandato popular.
El proyecto de constitución que salió a la luz (178 páginas, 388 artículos y 54 normas transitorias) fue un esfuerzo colectivo procedente de un grupo de trabajo, la Convención Constitucional, supremamente diverso, igualado en género, y con representaciones de los pueblos originarios y de la comunidad LGBTQ+.
Sin embargo, los partidarios del rechazo vieron algunas de las propuestas constitucionales como demasiado radicales y otras como extremas, o por lo menos esta ha sido la narrativa propuesta por los medios de comunicación corporativos chilenos, que, como en Colombia, suelen defender a las estructuras políticas tradicionales, sin que esto tenga ninguna relación real con la verdad.
El presidente de Chile, Gabriel Boric, habló en rueda de prensa en la noche del domingo 4 de septiembre, certificando la derrota del proyecto constitucional:
Hoy ha hablado el pueblo de Chile y lo ha hecho de manera fuerte y clara. Nos ha entregado dos mensajes: el primero, es que quiere y valora a su democracia, que confía en ella para superar las diferencias y avanzar. El segundo mensaje del pueblo chileno, ese que no quedó satisfecho con la propuesta de Constitución que la Convención le presentó a Chile y por ende ha decidido rechazarla de manera clara en las urnas. Esta decisión de los chilenos y chilenas, exige a nuestras instituciones y actores políticos que trabajemos con más empeño, con más diálogo, con más respeto y cariño hasta a arribar a una propuesta que nos interprete a todos, que de confianza, que nos una como país.
Gabriel Boric
Finalmente, anunció la creación de un nuevo proyecto constitucional: “llamo a todas las fuerzas políticas para poner a Chile por delante y a acordar a la brevedad un plazo de un nuevo proceso constitucional. El Congreso nacional deberá ser el gran protagonista”. Descartó, de esta manera, la creación de una nueva convención constitucional elegida popularmente.
Las mayores críticas que los medios tradicionales chilenos movieron a la constitución rechazada fueron la propuesta de un carácter plurinacional del Estado, el derecho a la interrupción voluntaria de embarazo, los cambios al sistema de justicia y la eliminación del Senado, entre otros puntos.
Sin embargo, se reforzaban los derechos de los trabajadores y trabajadoras, se reconocían los derechos de los pueblos indígenas (para ello la distinción de “Estado plurinacional”) y se consagraba la igualdad de género en las instituciones públicas y privadas, junto con mayores garantías de participación directa de los ciudadanos a los mecanismos democráticos.
Juana Aguilera, Comisión Ética contra la Tortura
En entrevista con Contagio Radio, Juana Aguilera, defensora de derechos humanos e integrante de la Comisión Ética contra la Tortura en Chile, nos ayudó en el análisis del resultado electoral del pasado domingo.
Empezó contando que los integrantes de la Convención Constitucional sufrieron continuos ataques de desprestigio y que de una vez se trató de deslegitimizar su trabajo ante el miedo del cambio del “carácter del Estado” y la construcción de un estado social de derecho.
Ese grupo de personas, inmediatamente constituidos empezaron a ser desprestigiados, denigrados, cuestionados y empezó todo un proceso de desgaste de la gente de la Convención y de los temas que iban tratando. Esta convención logró finalmente estructurar un texto y ese texto tenía como eje central no solo los derechos sociales, sino también cambiar el carácter del estado y esa es la reacción de la derecha hoy día, ese cambiar el carácter del estado significa salir del estado subsidiario neoliberal, pasar a ser un estado social de derecho y eso no se aceptó.
Según Aguilera, los partidarios del “rechazo” apostaron estratégicamente a que, si se hubiera ampliado el censo electoral, es decir si hubieran aumentado las personas que participaban de las elecciones, habrían tenido más posibilidades de ganar, “al contrario nosotros no, porque habíamos llegado a un tope de captación como fuerza progresista”.
El Gobierno de Boric aceptó que para este plebiscito fueran convocados, obligatoriamente, el 100% de las personas con derecho al voto en Chile:
Existe un porcentaje altísimo de personas que nunca se pronuncian, es decir, el padrón electoral con el que sale elegido Boric no es el mismo padrón electoral del plebiscito del domingo y si uno mira al porcentaje que saca el “apruebo” del testo constitucional es prácticamente solo votos que tuvo Boric al ser elegido presidente”.
Según la defensora de derechos humanos, para capturar este gran porcentaje despolitizado que no suele acudir a las urnas, se inventaron muchas “falsedades” acerca de las propuestas constitucionales, con el fin de inculcar falsos temores y así hacer crecer el rechazo constitucional.
La derecha, como es muy hábil, logró desprestigiar, hizo una campaña del terror tremenda, se dijeron muchas mentiras, falsedades. Se dijeron cosas atroces, como que la nueva propuesta de constitución permitiría un aborto justo hasta el día antes de nacer, aterrorizaron a la gente, también la aterrorizaron con el tema de las propiedades, que se le iba a quitar sus casas. Se instaló una especie de racismo en contra de los pueblos originarios, diciendo que ellos en esta nueva constitución iban a valer más que los chilenos, se dijo cosas muy complicadas que golpearon culturalmente y por lo tanto rastrearon a un pueblo despolitizado que es este sector que nunca se ha pronunciado en las votaciones y que fue al que acudió y al que recurrió.
Para los sectores sociales populares y los excluidos el voto del domingo despertó una amarga decepción porque deja muchas cuestiones irresueltas:
Esto nos hace un camino cuesta arriba. Respeto a la justicia, respeto a la verdad, respeto a la reparación, respeto a las víctimas del estallido por ejemplo, respeto a la liberación de los presos, que todavía están allí, encarcelados, y todas las personas que terminaron mutiladas de sus ojos, lo que quedaron discapacitados de por vida, todavía no van e ser objetos de medidas de verdad y justicia y de reparación, que es lo que buscamos nosotros, como movimiento de defensa de los derechos humanos. Esta apuesta constitucional llevaba esa calidad que permitía que se volvía a instalar una soberanía en el pueblo, la decisión y avanzar a un paso de mayor participación y democracia en un país que todavía ha terminado siquiera su transición, porque la dictadura está tan presente que finalmente nos damos cuenta con esta alta votación que tuvo en los sectores más despolitizados en el país, que la presión de esta dictadura vive en la cabeza de los oprimidos y por eso votan como su patrón, como su amo, desgraciadamente.
La clase política, afirma, Juana Aguilera, tiene un acuerdo sobre cambiar la vieja constitución, pero en parte, porque “también tiene acuerdo de no terminar con las estructuras políticas que fueron dejadas por la dictadura”.
Seguramente van a estar de acuerdo que los derechos sociales que consagraba la propuesta que acaba de ser rechazada, algunas van a tener que tomarlas, pero no quieren esta entrega de derechos a los pueblos originarios porque significa entregar la tierra que han robado y los desplazamientos forzados que han hecho vivir a esa gente. Seguramente tampoco quieren la paridad de género, seguramente van a hacer modificaciones que van a ser muy superficiales a mi juicio y no van a significar una gran conquista de derechos para la gran mayoría.
Por esta razón, en su opinión, el movimiento social debería hacer propias estas instancias, convertirlas en un programa político y “conformar una fuerza” que, por fin lo logre, ya que las maquinarias políticas tienen un extremo poder de tergiversar los reales argumentos para obtener que sean instrumentalizados en el debate político.
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