Por: Mauricio Ramírez – JUSTAPAZ
Este año ha sido difícil para el trabajo en la construcción y defensa de la paz. Según el Monitor Humanitario de OCHA, en lo corrido del año 2019 se han presentado 467 casos de amenaza individual y/o colectiva, en la que se ha afectado a más de 1.200 individuos. Asimismo, los casos reportados de homicidio intencional en persona protegida (entre los que se suman algunos casos de líderes sociales) llegan a los 624 casos, en los que se suma un total de 705 personas afectadas.
Esta coyuntura, sumada a las voces que se suman a la guerra y los que pelean con dientes y uñas por mantener una cultura de la violencia, nos invita a realizar una gran reflexión; podemos entender que la paz, el perdón y el diálogo como principios para la transformación de conflictos son muy frágiles. Pensemos en estos principios como una lámina de vidrio templado: resisten vientos fuertes, nos permiten ver con claridad la realidad e incluso nos pueden cubrir del frio cruel de la indiferencia humana.
Sin embargo, incluso con estos beneficios los vidrios son frágiles y, sin una estructura fuerte que les soporte, se pueden romper y destruir fácilmente. Lo mismo pasa con las iniciativas de construcción de paz y transformación de conflictos; más allá de la belleza del perdón, del diálogo y todos los beneficios que traen para la sociedad, son frágiles, muy fáciles de fracturar.
Pero recordemos la estructura que soporta la lámina de vidrio, ya sea un marco para una ventana o un soporte para un florero o una estructura para un vitral, todos cuentan con una estructura firme. Acero rígido y resistente. Ahora pensemos en las iniciativas de paz, perdón, diálogo y conciliación en Colombia; este trabajo es una lucha constante, con acciones colectivas, en red y que se evidencian en pequeñas y grandes acciones. Igualmente, sin esta estructura están expuestas a miles de amenazas para los líderes y lideresas visibles.
Durante este año, y frente a estas situaciones violentas y los discursos de quienes apostaron nuevamente por la guerra, el sector de la sociedad civil ha venido alzando su voz para recordarle al país y a los grupos armados que seguimos firmes por la construcción de una sociedad en paz. Desde los colectivos que Justapaz acompaña en Nariño, Antioquia, Putumayo, Chocó, Tolima y otras regiones y desde el equipo nacional de nuestra organización, nos hemos unido a esta voz, recordándoles a los pobladores de zonas afectadas por el conflicto que la transformación de conflictos y la reconciliación se construyen desde actos pequeños, pero que toman tiempo en hacer incidencia.
La paz es más amplia que las diversas violencias que se viven en nuestro país. Ante la voz de los violentos y el sonido de las armas, queremos decir que somos más los que día a día construimos paz y no vamos a dejar de hacerlo, porque la paz es un objetivo que dignifica la humanidad, que nos hermana y que construye un país en que cabemos todas y todos.
Desde un acto simple como una sonrisa, desde una mirada amable o desde la movilización noviolenta, individual o masiva, en contra de las violencias de todo tipo, podemos sumarnos a esta estructura de acero firme que sostiene la paz.
Cada ciudadano y ciudadana tiene el poder de posicionar los temas de interés nacional cuando se trabaja en red. Acá no hago referencia únicamente a la (in)movilización digital. La paz es un proceso social, que se logra mediante actos concretos de incidencia en la sociedad y que impactan positivamente en la realidad de las comunidades.
Desde nuestra cotidianidad, levantemos la voz, dignifiquemos la vida humana y tengamos como lema que “Para la guerra nada, nuestra bandera es siempre la paz”.