Por: Omar Eduardo Rojas Bolaños
Mientras la servidumbre se enaltece de su condición, los poderosos se afianzan en el poder.
La mentira ha hecho carrera en la sociedad colombiana. A ella recurren no solamente militares sino altos dignatarios.
Como si hubieran asistido a la misma academia, el general Paulino Coronado, Comandante de la Brigada Nro. 30 de Santander, y el ex canciller Carlos Holmes Trujillo, aprendieron el arte de la mentira, de igual manera como lo han aprendido otros generales, políticos y diplomáticos.
El primero, ante la divulgación de casos de falsos positivos, a sabiendas de la acción criminal de militares que asesinaban a sangre fría no combatientes para mostrarlos como terroristas. Convencido de sus palabras y de que estas lograrían meter en cintura a quien dudara de la legitimidad de los hechos, miraba firmemente a los periodistas, a pesar de conocer la falsedad de sus palabras. La fuerza de su mirada, y su arenga alrededor del caso de los falsos positivos de Soacha (2008), convencían a las personas de que eran producto de combates del ejército contra bandas criminales. El discurso de que los héroes de la patria no cometen asesinatos, convenció a quienes lo interrogaban. Sus respuestas no generaron ningún tipo de desconfianza (Rojas, Benavides, 2019).
El segundo, en contra de los registros de cámaras, de declaraciones y de evidencias presentadas por el New York Times, mirando fijamente a la periodista Aliana Nieves afirmó, categóricamente, que durante los acontecimientos del 23 de febrero del 2019, en la frontera entre Colombia y la República Bolivariana de Venezuela, quienes habían prendido fuego a los carrotanques que transportaban elementos para levantar barricadas y presentados como si llevaran ayuda humanitaria, había sido por parte de los leales al gobierno venezolano.
Aunque aparentemente los eventos no tienen ninguna conexión, los une el hecho de que los dos corresponden a tipos de falsos positivos diferentes.
El primero se adecúa al falso positivo militar, el segundo al falso positivo de Estado. A través del primero, solamente en el periodo de la política de seguridad democrática, se asesinaron alrededor de 10.000 personas no combatientes (Rojas, Benavides, 2019), proyección que se afirma aún más cuando, algunos de los investigados por la Jurisdicción Especial para la paz, han declarado sesenta crímenes más de los que se les investigaba, sumado ello a los casos que vienen conociéndose del Urabá antioqueño cuyos cuerpos fueron enterrados en cementerios como el de Las Mercedes del municipio de Dabeiba – Antioquia. El segundo, aunque se adecúa dentro de un falso positivo en el limbo al no lograrse consolidarse en su totalidad, le ha permitido a los Estados Unidos mantener el bloqueo al país latinoamericano.
El mentir es una de las acciones en la distorsión de la realidad.
Agentes de inteligencia se encuentran convencidos de ello máximo cuando se les forma para hacer de una mentira una verdad y de una verdad una mentira. Con el tiempo, de tanto mentir se vuelven mentirosos patológicos.
La Real Academia de la Lengua describe el mentir a través de las palabras fingir, engañar, aparentar, persuadir o evitar situaciones. Con el mentir se manipula y quienes se dedican al negocio de la comunicación son conscientes de ello. Son tan conscientes de que se anticipan a la reacción de las personas cuando se conozca la verdad.
De igual manera que algunos mandatarios, periodistas, sin ruborizarse mienten abiertamente en sus medios, siguiendo estrictamente las instrucciones de quienes les pagan. Medios y periodistas recurren al arte del mentir porque se sienten protegidos, no solamente del gobierno al que protegen, sino de un sistema judicial al servicio de los poderosos. La Revista Semana es consciente de ello.
Gracias a medios de comunicación leales a regímenes autoritarios la mentira se ha institucionalizado.
La afirmación que una persona hace consciente de que no es verdad, es un instrumento al que recurren quienes orquestan el falso positivo. Durante la 74 Asamblea de las Naciones Unidas, sin ningún tipo de vergüenza, el gobierno colombiano exhibió fotografías del Ejército de Liberación Nacional ELN presentándolas como si estas hubieran sido captadas en campamentos guerrilleros venezolanos (El País, 28 de septiembre 2019). Para cautivar más al auditorio el mandatario aseguró fervientemente que en ellos el grupo insurgente adoctrinaba niños. No se había terminado el evento cuando la comunidad internacional se percató de que los campamentos se encontraban localizados en el Cauca colombiano, a 1132 kilómetros de distancia.
Frente a la mentira y el engaño no se presentó ninguna nota diplomática quedando el gobierno colombiano facultado para mentir a nivel internacional, de ahí que no sea gratuito que, recurriendo nuevamente a la guerrilla del ELN, el gobierno colombiano le mienta al pueblo del Ecuador. En esta oportunidad el encargado de la mentira es directamente el Fiscal General de la Nación de la República de Colombia, quien encuentra eco en su par ecuatoriano.
Aunque no existe evidencia alguna, en redes sociales, se insinúa que la estratagema se gestó días antes de la primera vuelta de las elecciones presidenciales del Ecuador, aprovechando la reunión entre el presidente Lenin Moreno y Luis Almagro de la Organización de los Estados Americanos. A la ciudad de Washington, Moreno habría asistido a conversar con Juan González, director para el Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional de EE.UU, acerca del fortalecimiento y la protección de la ciudadanía, y la defensa del país suramericano.
Para convencer aún más, de la veracidad de la supuesta información del computador que le fue encontrado a alias Uriel, integrante del ELN al momento de ser abatido, se filtró en algunos medios de comunicación una grabación en la que el grupo subversivo respalda a Andrés Arauz. Sin embargo, de igual manera como se presentaron las fotografías en la ONU por parte del mandatario colombiano, se cuestiona dónde se realizó la grabación y su propósito. El movimiento subversivo ha negado su autoría, de igual manera, especialistas ubican que la grabación no es en territorio colombiano sino en territorio ecuatoriano.