El 11 de Julio de 1822, luego de la reunión que sostuvo Simón Bolívar con el general San Martín, hablaba lo siguiente: “están creyendo algunos que es muy fácil ponerse una corona y que todos la adoren; yo creo que el tiempo de las monarquías se fue y hasta que la corrupción de los hombres no llegue a ahogar el amor por la libertad, los tronos no volverán a estar de moda”
Poco fausto se presenta el futuro de la sociedad colombiana, cuando hoy, 2021, casi dos siglos después de esa declaración realizada por Bolívar en Guayaquil, hemos visto cómo la corrupción parece que finalmente ahogó ese amor por la libertad. Dos siglos después de esas declaraciones, estamos viendo cómo el tiempo de las monarquías y el absolutismo parece haber regresado bajo la forma del uribismo, y lo peor: hemos constatado que ese nuevo esperpento de corona tiene fieles, fanáticos, adoradores y rudos defensores.
Las cosas ya no consisten en confluir en una situación democrática empelando el arte de la palabra y asociándola a los argumentos que solicita la seriedad de un debate.
De manera atónita estamos presenciando la cooptación de todos los organismos y entidades del Estado por parte del uribismo; tienen presidente del congreso, fiscal de bolsillo, jueces, militares, periodistas, tienen director del centro de memoria histórica, tienen incluso hasta genealólogo etc. etc. etc.
Negar esto, sería no haber entendido tres cosas fundamentales que ha logrado el uribismo, y que constituyen la fuente de un poder cada vez más fuerte.
La primera: han superado el caudillismo. Uribe (descendiente de faraones según lo indicó la Revista Semana, su fiel y cruel escudera) ya ni senador es…él está envejeciendo, y sabe que no durará para siempre, pues la vida eterna, hasta el momento es algo que no podrá comprar. Por eso, el concepto maniqueo de “la nueva cara de la política” resulta en el ridículo que hacen los hijos o los nietos de los viejos salientes, al proteger todo su ideario jurásico. Se supera el caudillismo entonces, de la mano de la premisa: “una nueva cara de la política, no significan necesariamente nuevas ideas”.
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La segunda: transformó el autoritarismo en absolutismo, en tanto dejó de presentarse en la escena política como un poder ejecutivo cuestionado por el poder legislativo o por el poder judicial; incluso cuestionado por los demás organismos de control, sino que se instaló paulatinamente en toda la estructura clientelar e institucional-democrática del país. Puso en cada cargo a uno de sus adeptos; descubrió que no bastaba con tener escaños en el senado, que eso era para los principiantes. Era más necesario que tener senadores, gobernadores y alcaldes, apuntar a tener periodistas, historiadores, sociólogos, artistas, cantantes, profesores, rectores de universidades, pastores, sacerdotes de su lado. Ese “todo” que el uribismo se ha tomado a lo largo de las décadas, le permitió pasar del autoritarismo al absolutismo. Un poder que hoy está presente en todas las instancias decisorias del país.
La tercera: siguen afianzando a un sector de las fuerzas militares compuesto por un reducido número de oficiales muy fieles…fieles a las primas del silencio; jugosos desembolsos que le hacen a oficiales de la fuerza pública y de los cuales no ve el soldado raso que se la pasa comiendo mierda, pero que determinan el accionar estructural de un ejército compuesto en su gran mayoría por colombianos y colombianas humildes y trabajadores que buscan simplemente algo de estabilidad.
Entonces, los adeptos y agresivos defensores del uribismo son el resultado de una estrategia que ha sido pensada, planificada, medida, y puesta a prueba. Los adeptos no entienden la dimensión de lo que siguen, por tanto, no sirve argumentarles nada…en ese sentido, el poder del uribismo se vuelve absoluto, parece “proveniente de una gracia superior” “incuestionable”… se constituye en una fuerza provocadora en razón de su absolutismo, generador de impunidad en razón de su absolutismo, y aparte de todo, lavado con elementos tanto absurdos y sagaces para desviar la atención, como lo fue incluir en el ya paupérrimo debate político que tenemos como sociedad, a faraones egipcios y sus descendientes colombianos…por supuesto uribistas.
He aquí, la razón inscrita de la potencia que tiene eso que llamo: la corona uribista. Una corona que no caerá, ni a punta de argumentos, ni a punta de hijueputazos. Piense que si Bolívar, Santander, e incluso el mismo San Martín, tuvieron que pasar por el estudio profundo de la filosofía política y las ideas liberales del siglo XIX, formarse como militares y empeñar largos años de sus vidas para destruir el poder colonial de la corona española, no menos ardua será la tarea de desmontar el absolutismo que hoy existe en Colombia. Tan solo piense que ellos tienen un ejército…y aunque muchos detractores de la corona uribista sabemos que las ideas son a prueba de balas, los cuerpos hasta el momento no.
Por supuesto encontrar la solución a manera de “receta” es una empresa imposible. No hay columnas ni videos de 5 minutos donde nos enseñen a tumbar una corona. Pretender sacar con abrazos y masmelos a una corona absolutista más parece un chiste. Jurar que con solo la educación vamos a lograr romper un poder absoluto es quizás algo ingenuo…la corona uribista tiene aliados internacionales, y hace mucho emprendió su campaña precisamente contra la educación universitaria impulsando el giro paradigmático hacia la educación para el trabajo, parametrizando parafernálicamente procesos, mercantilizando las ideas, expulsando de todos los currículos la concepción materialista y dialéctica de la historia, en fin.
Aquí ya amenazaron al señor Alejandro Riaño por profundizar la broma y el ridículo que es este gobierno. Siguen matando ambientalistas, para que, con sus asesinatos, mágicamente terceros de buena fe inviertan en megaproyectos. Siguen matando líderes sociales, hombres y mujeres que se enfrentan en la primera línea contra el gran capital y el latifundismo.
¿Qué les falta a ellos que tenemos nosotros? determinación, dignidad y voluntad política infinitas, lo que popularmente se denomina resistencia. ¿Qué tienen ellos que no tenemos nosotros? un ejército que los protege, mercenarios gatilleros que matan a la base social que está resuelta a enfrentar el absolutismo. Por tanto, si no van a dar el brazo a torcer, si se autoimponen incluso ante la verdad de su mezquindad, si siguen convenciendo incautos y quienes se resisten entonces son amenazados o los matan ¿Qué nos falta?, ¿será más foros, escuelas, arte, música, columnas, posteos, videos, documentales, cátedras, discursos, candidatos, más sociedad contra el absolutismo? Si, también. Eso no puede detenerse y seguirá emergiendo cada vez más y más, porque a la par de esta decadencia de gobierno, a la par de este incremento de la injusticia y sobre todo a la par de la impunidad manifiesta en la tranquilidad con que sus periodistas (que ahora parecen jueces) defienden el absolutismo o salen ante las cámaras a decir que no han hecho nada, se incrementa el inconformismo social…
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Ya deberían saber que en cada hogar de Colombia está creciendo al menos en voz de uno o más de sus integrantes la conclusión de que el uribismo tiene que caer para que las cosas cambien… entonces ¿Qué nos hace falta? … pensemos, qué nos falta.
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