Foto de: La prensa web
Por: Renata Cabrales
No solo Jesús revive un viacrucis cada Semana Santa (les encanta verlo sufrir todos los años). En el departamento de Córdoba, mi tierra natal, también lo padecen por esos días, las inofensivas hicoteas (una especie de tortuga de la familia de los emídidos, que vive en las zonas cenagosas del norte de Colombia); su falta: ser apetecidas por el cruel paladar de los lugareños, quienes religiosamente, cumplen con el deber de no comer carne en Cuaresma. A cambio, y de manera candorosa, devoran la carne que no es carne, según ellos, de esta perseguida criatura.
En estos momentos, se supone que ya es considerado un crimen ambiental criar a esta clase de tortuga con un fin comercial, pero, como si fuera una especie de droga, mientras más demanda tenga como producto de mercado y mientras más controles policiales se hagan, se dispara su valor comercial. Así pues en un restaurante de prestigio, un plato de esta apetecida carne no carne, oscila entre 15 mil y 25 mil pesos.
Reconozco que tampoco soy una santa, pues mi vergonzante especismo me obligó a convertirla también, en mi oscuro pasado, en uno de mis platos predilectos. Peor aún, esto sucedió siendo consciente de la forma cruel en que son asesinadas antes de su preparación, y habiendo sido testigo de tal crueldad, no pocas veces en mi propia casa, y siendo apenas una niña. Pero yo no era una niña insensible, ¡no! ¡Yo lloraba cuando mi abuela despescuezaba a las gallinas! Y por eso mismo, ella, antes de cometer semejante acto de barbaridad, me decía con cierta consideración de psiquiatra en manicomio: «Vete, Alicia, ¡no mires esto, no lo mires!».
Sin embargo, un largo Mea culpa le debo a las silenciosas hicoteas: ¡perdón, perdón, perdón!, yo merezco ser crucificada. Solo espero que el Coronavirus haya ido a su rescate este año (por lo menos salvó a Jesús de la morbosidad «cristiana»), y hayan podido respirar con libertad, sin temor a la sed de riqueza de los cazadores despiadados, que se consideran mejores cristianos por el hecho de vender y consumir solo carne no carne, durante la Cuaresma.
P.D: esta semana(de 2020) que si es santa, porque el Coronavirus ha logrado aplanar la curva de la tortura y el morbo religioso, me inclino por comer el apetecido conejo suizo que simboliza la Pascua helvética: ¡un conejo, pero de chocolate!
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