Foto: antimilitaristas.org
Colombia atraviesa por un proceso de transición política y social sin precedentes en su historia reciente, aún en medio de los diversos discursos de paz, nos enfrentamos a una serie de políticas sociales y económicas que favorecen a los poderes económicos y militares en detrimento de los sectores más vulnerables, impuesto con un creciente militarismo de los territorios y la militarización de nuestras vidas.
En Colombia, el reclutamiento legal e ilegal hace parte de la estrategia de militarización de los individuos, que se beneficia en la desigualdad social, llevando a que muchas personas se enlisten en los ejércitos, a reproducir valores militares y a construir masculinidades hegemónicas.
El momento histórico por el que atraviesa la sociedad colombiana es una oportunidad para problematizar las diversas formas de militarización y su relación con los diferentes ejercicios de violencia en los ámbitos de la vida de las personas. Además, para visibilizar las experiencias de resistencia que han sido acalladas en medio de un conflicto armado interno con diferentes actores armados legales e ilegales.
Para construir una paz integral y sustentable es necesario resistir la militarización social, política y económica y al mismo tiempo construir alternativas desde la noviolencia. Por esta razón, una coalición de organizaciones y procesos de la sociedad civil en Colombia, junto a la Red Antimilitarista de América Latina y el Caribe (RAMALC) y la Internacional de Resistentes a la Guerra (IRG) realizaron un espacio de encuentro para visibilizar experiencias colectivas que resisten y desarrollan alternativas a la creciente militarización de los territorios, más allá de los discursos de “paz” que ocultan las condiciones sociales, políticas y económicas de vulnerabilidad e injusticia, que son el soporte fundamental de la guerra.
La Conferencia Internacional: Antimilitarismos en Movimiento: Narrativas de resistencia a la guerra, reunió a más de 150 personas de: Inglaterra, Estados Unidos, Nicaragua, México, Chile, Sudán del Sur, España, Corea del Sur, Alemania, Palestina y otros 20 países del mundo en Bogotá, durante el 30, 31 de agosto y 1 de julio, quienes desde experiencias antimilitaristas y de noviolencia realizaron un análisis de los impactos de la militarización y el militarismo en la vida y los territorios en los contextos locales, regionales y globales.
Allí, se abordaron mesas temáticas en torno a las paces justas, sustentables y diversas, desde las cuales se generaron reflexiones en torno a la relación entre la militarización, el ambiente, el territorio, el desarrollo, el militarismo en la cultura, la interseccionalidad, los modelos represivos y las transiciones políticas en situación de conflicto. En el desarrollo de estas mesas se identificaron similitudes en las prácticas de militarización y las diferentes expresiones de resistencia frente a ella. También, se formularon estrategias conjuntas desde la incidencia, formación, investigación y comunicación a nivel local, regional y global para promover diferentes alternativas de resistencia tanto a las causas como a las consecuencias del militarismo y la militarización de nuestras vidas.
Una apuesta clara para avanzar en la consolidación de una cultura de paz en nuestro país es trabajar por la eliminación de la obligatoriedad del servicio militar. Obligar a una persona a pertenecer a un grupo armado (legal o ilegal) y utilizar armas, es un acto inhumano que contradice la libertad de expresión y pensamiento, atenta contra el libre desarrollo de la personalidad y somete a la sociedad a una lógica guerrerista, que poco aporta a la democracia y la construcción de paz. Colombia, tiene mucho que ofrecer a estos procesos, a lo largo del conflicto, diferentes comunidades de paz han resistido a la militarización de sus tierras mientras exploran nuevas formas de trabajar y vivir juntas.
El intercambio de experiencias y construcciones no se supedita a Colombia, toda vez que hay comunidades, colectivos y organizaciones de todo el mundo que buscan formas de transformar su realidad, alejándose de las culturas inmersas en la militarización, en formas de vida que promuevan justicia e igualdad.
En estos procesos es clave promover el empoderamiento social y colectivo desde abajo, el fortalecimiento o la construcción de comunidad, y tanto una visión al largo plazo como mejoras concretas de la vida de las personas al corto plazo. Es importante mantener una resistencia antimilitarista como mecanismo que aporte a la consolidación de la paz, desde la justicia, la igualdad y la sostenibilidad.
Por: Wendy Ramos – JUSTAPAZ.