Esta es la segunda de 4 historias de vida que publicaremos en el mes de marzo sobre mujeres que de una u otra manera trabajan por un país mejor que anhela paz. A todas ellas muchas gracias. Ena Loperena es una lideresa indígena Wiwa con un fuerte liderazgo en procesos con población desplazada, inclusión de la mujer y bienestar para las comunidades. Esta es su historia.
Por Carolina Toro Leyva
Ena Loperena es una lideresa indígena Wiwa nata. Heredó su fortaleza, liderazgo y entrega por ayudar a los demás de su abuela Rosa María Loperena. “Ella era la matriarca, nuestro ejemplo a seguir, el eje de nuestra familia, de casi 80, pero trabajaba como si tuviera 20. En el 2002 los paramilitares la asesinaron, junto a mi abuelo y a mi tío (…) Ahí quedamos sin suelo, fue devastador, pero ese dolor tan grande lo convertimos en fortaleza, eso es algo que nunca se supera”, indicó.
De ella aprendió el amor y respeto por las personas mayores y la madre tierra; la sabiduría ancestral y el valor de la educación con enfoque diferencial; la identidad cultural y la esencia como pueblo originario. La etnia Wiwa está ubicada en la parte baja de la Sierra Nevada de Santa Marta, hacia el sur de La Guajira, algunas cuencas del Cesar y del Magdalena.
Al abandonar hace 20 años su territorio por acción de los grupos armados, llegó a Riohacha, Guajira, a la Casa Indígena, un espacio que se organizó con apoyo de la gobernación de la Guajira para que cada pueblo indígena tuviera un lugar. “Hay muchos indígenas que viven en la sierra y que no tienen una casa y allí se pueden quedar, ahora tenemos también una oficina. Este lugar es para todas las comunidades y tratamos de suplir lo básico”, asegura.
Estando allí empezó a organizar a la población indígena desplazada. “Todas las familias estaban esparcidas por ahí y no existía un censo real. Yo regalé mi tiempo para recoger esa información a mano porque no teníamos como más hacerlo. (…) También ayudaba los sábados a hacer las tareas a los niños de la sierra que vivían en la Casa Indígena; fue una labor muy bonita y bastante descuidada”, señala.
Actualmente, es responsable de Equidad y Género del cabildo Shekuruma Akusha de la Sierra Nevada y la Organización Wiwa Golkushe Tayrona. Por su liderazgo en los procesos con población desplazada, de inclusión de la mujer y todo lo relacionado con la búsqueda del bienestar de estas comunidades, ha recibido amenazas contra su vida. La más reciente ocurrió en noviembre del 2021 cuando en la portería de Casa Indígena, dejaron un paquete a su nombre envuelto en papel regalo.
En su interior se encontraba una muñeca Barbie con una bala enterrada en la cabeza y una nota de papel con un escrito en lápiz. “Fue tan fuerte, que yo me reinicié, era como si no supiera leer, no entendía nada de lo que decía la nota (…) tuve que pasarle el papel a un compañero para que leyera la advertencia que me hacían para que no siguiera metiéndome, según ellos, en asuntos ajenos; que la persona que estaba antes que yo estaba tres metros bajo tierra”.
Al recibir estas amenazas la lideresa presentó la denuncia ante la Fiscalía y la Defensoría del Pueblo. Desde el 2005, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos decretó medidas cautelares a favor del pueblo Wiwa. En la región hacen presencia los grupos armados Autodefensas Conquistadoras de la Sierra Nevada o “Los Pachenca” y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, que han venido ampliando su influencia en esta zona.
Construyendo memoria
Siempre ha estado vinculada a elaborar proyectos para la población indígena en el departamento de la Guajira para que se organicen y mejoren sus condiciones de vida. Esto siempre ha sido una lucha constante al igual que ejercer su liderazgo dentro del pueblo Wiwa. “En el territorio indígena Wiwa no es fácil liderar, se debe tener muchos años para que las opiniones sean tenidas en cuenta, y el tema de género ha sido un obstáculo, no hay tantas lideresas en la Guajira o en el Magdalena y sobre todo que se mantengan”, aseguró.
Ena también está comprometida con el legado a las nuevas generaciones y sobre la importancia de la madre tierra. “Para nosotros más que el ser humano, es la madre tierra. Si la madre está bien, todos estamos bien y tenemos que curar de raíz y garantizar el bienestar de la madrea tierra (…) si seguimos de la misma forma, destruyendo la propia casa y el propio planeta, para donde nos vamos a ir”, aseguró.
Desde siempre ha mantenido su lucha por establecer un vínculo con el territorio y que no se olvide esa parte espiritual. “Hay una conexión de todo lo que hacemos, y la parte espiritual es muy importante. Al desplazarnos, nosotros no solo perdimos a seres queridos y bienes materiales, sino que nos desconectamos del territorio y sin una ayuda es muy difícil establecer el puente nuevamente. Por eso luchamos por tener en casa Indígena profesores con enfoque diferencial, porque eso aporta a esa reconexión, pero el Estado no nos ayuda en ese sentido”, señala.
Las tradiciones son importantes para ellos y quieren mantenerlas en Casa Indígena, teniendo por lo menos un ‘Mamo’ y una ‘Saga’, para los indígenas que no logren subir a los territorios, pero no tienen como hacerlo porque no hay el suficiente recurso. Asimismo, buscan desde hace más de 8 años reconstruir dos casas sagradas que se quemaron y un kiosko, pero eso tampoco ha sido posible.
El ‘Mamo’, la ‘Saga’, la Mayora y el Mayor tejen día a día la memoria de sus pueblos a través de sus conocimientos y prácticas sobre el territorio, las plantas, la educación de los niños, la lengua, la tradición y otros elementos. El desplazamiento forzado y otras causas de debilitamiento de la cultura han desprotegido este tejido de la memoria indígena.
Ena me explica que hay lugares que antes de que el ser humano existiera que son sagrados; ya todo estaba designado, ya se sabía lo que iba a pasar, el camino que iban a tomar ‘los hermanos menores’, entonces los padres ancestrales fueron precabidos y dejaron lugares a nivel de la sierra en donde se puede hacer un pagamento espiritual para subsanar los males causados y ayudar a que todo mejore.
“Nuestro llamado es escuchar a los pueblos indígenas y no tanto al conocimiento de las universidades. Antes de que ellos existieran, estábamos nosotros acá, tenemos un conocimiento inmaterial que no se puede desconocer. Nosotros queremos ayudar al Gobierno; no somos políticos, no nos gusta, pero queremos la tierra y ayudar al hermano menor. Hoy el presidente nos ha parecido que quiere un cambio y desde la parte espiritual nosotros podemos aportar”, indica Loperena.
Agrega: “(…) Los pueblos de la sierra, el pueblo Wiwa tiene la mano levantada para contribuir a la Paz Total (…) Hacer unos pagamentos, una reconciliación con la madre tierra (…) es importante pensar cómo está la madre tierra, ella merece la reconciliación y la paz».
Asimismo, pidió para la Sierra Nevada proyectos productivos para aumentar el consumo de proteínas porque ellos no tienen casa indiscriminada. Igualmente, piden que el territorio esté libre de actores armados. “(..) para los indígenas volver con garantías implica mínimo un año sin alimentación porque vamos a sembrar y eso toma un tiempo. Acompañarnos a través de proceso productivos, un retorno digno, una vivienda digna. Que nos den una reparación colectiva pero de eso todavía nada”.
Desde el 2021 la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz ha estado acompañando los procesos y ha hecho el acompañamiento jurídico para presentarse como comunidad ante la JEP, algo que no habían podido hacer antes. “Estamos presentando los casos de violaciones a los derechos humanos en el marco del conflicto armado, había mucha impunidad e invisibilización sobre ese tema”. Indica la lideresa indígena.
“Algo que para nosotros fue muy gratificante y muy lindo fue La conmemoración de los 20 años de la masacre de el Limón que hicimos el año pasado”, recuerda Ena. Esta conmemoración se hizo en el marco de los Festivales de la Memoria que lidera la Comision Intereclesial de Justicia y Paz y que se realizan desde distintos territorios.
“Nunca antes se había hecho visibilización de la masacre y eso fue muy importante. Fue ver que no estamos solos, que aunque muy doloroso todo lo que vivimos, hay personas que han podido surgir de esas cosas malas que les pasó, que hay fuerza dentro de los daños, que podemos unirnos, que podemos acompañarnos, fortalecernos como víctimas de la una a la otra, cambiar experiencias muy fuertes, poder hablar, poder decir los que nos pasó es una terapia que nos limpia el alma”, indicó.
El pueblo wiwa no olvida la masacre de El Limón
En el año 2002, el pueblo wiwa del corregimiento de Caracolí Sabanas de Manuela, en San Juan del Cesar, se tiñó de sangre cuando unos 200 paramilitares asesinaron a 16 de sus pobladores, arrojaron rockets y cilindros contra la población civil e incendiaron 15 viviendas.
El hecho ocurrió entre los días 30 de agosto y 3 de septiembre, cuando los atacantes llegaron a la vereda El Limón y ejecutaron a Adalberto Sarmiento Loperena, Dioselina Armanta, Gilma N. Hamilton, Héctor De Armas Martínez, Jaime Elías Mendoza Loperena, Rosa María Loperena, otras personas sin identificar y tres menores de 13, 14 y 17 años de edad.
La justicia tuvo que emitir dos sentencias a través del Tribunal Administrativo de La Guajira proferidas el 14 de diciembre de 2015 y el 29 de marzo de 2016, para que el Estado colombiano reconociera su responsabilidad administrativa en esta masacre. Sin embargo, solo dos años después fue que se produjo el acto a través del cual ese mismo Estado le dio la cara a los familiares de las víctimas para pedirles disculpas públicas.
La reparación colectiva e integral aún no llega, pero ellos siguen esperando. Ena continúa su lucha por el bienestar de las comunidades indígenas de la sierra y por mantener en las nuevas generaciones la conexión con la madre tierra.
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