Ancisar Cheche Sintuá es integrante del pueblo Embera Chamí, y hasta el año pasado vivió en el Resguardo Indígena Unificado Chamí, ubicado sobre el Río San Juan en el municipio de Mistrató, Risaralda. Era coordinador de justicia indígena en su territorio, y ejerció roles de liderazgo; sin embargo, llegaron tres amenazas vía mensajes de texto en las que le decían que “o me retiraba del trabajo, o me renunciaban”.
En su territorio operan tres grupos armados ilegales: dos cuyas siglas desconoce y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), razón por la que antes que perder la vida, decidió perder el trabajo y huir hacia Pereira. Allí interpuso una acción de demanda para proteger sus derechos, pero en vista de la ausencia de garantías para su bienestar, llegó a Bogotá el 22 de enero de este año esperando encontrar una mejor opción para establecerse.
Otras personas de su comunidad llegaron con él por el miedo a ser reclutados forzosamente. En la ciudad, la Unidad de Víctimas los acreditó como tal, y les dijeron que la Alta Consejería para los Derechos Humanos los atendería hasta que la Unidad hiciera la debida valoración. Entonces, la Alta Consejería pagó dos meses de arriendo y luego quedaron a la deriva: sin poder trabajar por efectos de la pandemia, sin el arriendo y sin el apoyo de la Unidad.